Dependiendo de las plantas que cultivemos en nuestro huerto, éstas requerirán más o menos cuidados y más o menos atención por parte de los hortelanos. Hoy, en el blog de Rocalba, abordamos el cultivo de la alcaparra (Capparis spinosa), un cultivo que quizá no es el más habitual en los huertos urbanos, pero cuyo sabor único hace que valga la pena esperar el tiempo que haga falta para la cosecha.
El alcaparro, un arbusto rústico como pocos
Una de las mayores ventajas del alcaparro, es que una vez lo hemos sembrado y arraiga, no va a necesitar grandes cuidados. Es más, garantizando el riego periódico y un abonado y poda muy muy puntual, casi puedes olvidarte de que está ahí y disfrutar, hasta la cosecha, de su función ornamental.
El alcaparro es un arbusto semileñoso de origen asiático, adaptado como ninguno al clima mediterráneo. Puede alcanzar 50-100 cm de altura y su porte, muy ramificado, presenta hojas simples, enteras y pecioladas dispuestas de manera alterna.
Se trata de una planta muy rústica de fácil cultivo, resistente a la sequía y a las plagas, de hecho, en el clima adecuado, al segundo año tras la siembra, muchos hortelanos dejan de regarla para que las lluvias hagan la tarea de forma natural.
La versatilidad de la alcaparra
De la planta de la alcaparra se consumen las alcaparras (el botón floral), los alcaparrones (el fruto), los tallos y las hojas, estas últimas apreciadas en la cocina griega e italiana. Además, puede ejercer una función ornamental en el jardín
Las alcaparras y alcaparrones se emplean como encurtidos y/o salados, en ensaladas, pizzas y otros preparados.
Principales cuidados de la alcaparra
Se trata de una especie que necesita una fuerte exposición solar, y temperaturas altas, donde se desarrolla muy bien cuando el intervalo de temperaturas está entre los 10 y los 40ºC. También es una planta que tolera el fuerte viento, debido a su porte rastrero.
Aunque es una planta muy rústica y no requiere de abonos para desarrollarse, si efectuamos un abonado anual con compost en primavera u otoño, nuestro alcaparro crecerá más vigoroso.
Se trata de una planta con una alta tolerancia al estrés hídrico, ya que sus raíces son profundas y muy extendidas con lo que puede sobrevivir con escasos regímenes de riego.
Un par de podas al año favorecerán el rebrote de los tallos. La primera, en primavera, será muy superficial, eliminando tan solo los tallos débiles. En otoño se realizará una segunda poda más intensa, con lo que promoveremos el rejuvenecimiento de todo el arbusto.
El alcaparro es además un arbusto bastante longevo, y comenzarás a notar que su producción se va incrementando cada año hasta que aproximadamente a los cuatro años alcanza su edad adulta y su producción es la óptima. Por ello, es recomendable “olvidarse” un poco de ella: no regar demasiado, no podar demasiado y observarla de vez en cuando para comprobar que continúa libre de plagas y enfermedades.
¡Siembra alcaparras en tu jardín y disfruta de un encurtido casero de primera!